viernes, 21 de noviembre de 2008

Tu mano

Inventé que tu mano fuese apoyo a la mia.
que tus ojos al menos me miraran con fe
y al cruzarme en tu senda en medio de la vía
ni tu mano fué apoyo ni a tu ojos miré.

Fué tan solo un intento desesperado y vano,
de esos que el hombre inventa para darse una flor,
pretendí lastimero afianzarme a tu mano
y palpé en lo mas hondo de mi propio dolor.

De un dolor que penetra y taladra en la ausencia,
de un agobio profundo, de un cansancio mortal;
de un vacío que deja tu inventada presencia
muy difusa y borrosa, empañada y casual.

Debe ser que no hay gloria que ofrecerte pretenda,
debe ser que no hay lecho que apacigüe el dolor,
debe ser que no asoma luminaria la ofrenda
con que el hombre enamora ofreciendo una flor.

inventé que tu mano a la mía le diera
el apoyo amoroso y el calor que tu dás
y encontré en el letargo de esta triste quimera
que hoy me niegas tu afecto, me esquivas y te vas.

Como duele la ausencia, como duele el olvido,
como sienten las almas la obscura soledad,
que infinita tristeza de un corazón herido
asoma en el semblante de quien ve la verdad.

La verdad, la verdad verdadera, la sin pausas,
que señala arrogante que no hay mas donde ir,
la verdad que te impone, la que obliga sin causas,
esa verdad que nunca se nos niega en venir.

Fortunato Hernández Sierralta.
Carora 31 de Marzo de 1995

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