Cuando llamó a su puerta, disfrazada de amor, tocó su corazón, hirió su vida. Cuando llamó a su puerta, su alma buena contestó sí. Afirmativamente y sin malicia abrió las puertas al amor para morir.
A María Magdalena
Fortunato Hernández Sierralta Carora 13 de Octubre de 1997
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